Ingmar Bergman – El cine y la mujer

Por: Emilio Aparicio Rodríguez - Fotografías: Emilio Aparicio Rodríguez
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Ingmar Bergman es un nombre con un significado casi infinito en el mundo de la cinematografía mundial, y pretender abordar su legado de manera justa en estas líneas, es un cometido que raya en lo pretencioso; justamente al finalizar en el 2018 la celebración de su centenario.

Sin embargo, considero que, si se tiene algún genuino interés en el mundo de la imagen, explorar la obra de Bergman es asunto indispensable, pues en su propuesta -tan diversa en estéticas y temáticas- se encuentran muchas de las fórmulas que han dado grandeza a los referentes de la cinematografía mundial actual, y sin duda, también a los fotógrafos. Pues, cada una de sus propuestas -gran parte de ellas adelantadas a su tiempo- tienen algo que revelarnos acerca de la construcción, maduración y reinvención de una sintaxis visual, que aún hoy, no para de conmover.

Son muchos los investigadores que han dedicado su vida a estudiar a este gigante de la imagen y por supuesto, a todo el equipo de trabajo que configuró en su trayectoria. Incluyendo a sus directores de fotografía, con quienes desarrolló una particular sinergia, amistad y respeto -aún siendo perfiles muy distintos-.

Bergman es un cineasta sueco nacido en 1918 y fallecido en 2007 que, desarrolló durante su carrera cinematográfica un total de 50 largometrajes y 4 cortometrajes, para un total de 54 películas reconocidas a la fecha públicamente -hay quienes afirman que existe aún material desconocido-. Fue a su vez director de teatro y escritor. Su vida, tal cual su obra, es un mundo lleno de contrastes virulentos que le han dado a su figura un cierto orden mitológico dentro de la historia contemporánea del cine.

Engullidor de realidades. Desde niño -a pesar de la fragilidad de su salud y la dura rigidez paterna- desarrolló una sensibilidad especial para leer, interpretar y fantasear con su entorno, mostrando un marcado interés por la figura femenina. Iniciando con su madre: una bella enfermera, que por disposiciones equívocas del médico familiar era poco afectuosa con su hijo, produciendo en él las ansiedades de hacerse amar por las mujeres durante toda su existencia, constituyéndose así la femme en el eje central de una buena parte de su filmografía.

“Me inclino sobre fotografías de la infancia y estudio el rostro de mi madre con una lupa en un intento de penetrar a través de sentimientos podridos. Sí, sí que la quería y en la foto está muy atractiva: el espeso cabello peinado con raya al medio sobre la amplia frente baja, la cálida y franca mirada bajo las oscuras y bien dibujadas cejas, las manos pequeñas y fuertes.
Mi corazón de cuatro años se consumía en un amor fiel como el de un perro.

Fotografías:


Persona (1966)
Dirección: Ingmar Bergman.
Dirección de fotografía: Sven Nykvist.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.


La relación, sin embargo, no carecía de complicaciones: mi devoción la molestaba e irritaba, mis muestras de ternura y mis violentos arrebatos la inquietaban. Muchas veces ella me alejaba con un tono fríamente irónico. Yo lloraba de rabia y desilusión (…)” Asegura Bergman en Linterna Mágica, su autobiografía. Dando testimonio de esa desazón que entregaría a la historia del cine un particular espejo de la mujer contemporánea.

Enfrentarse a Persona, por ejemplo, es en primera instancia dialogar con una introducción tejida en amalgama de imágenes rápidas, donde lo erótico, lo dulce y lo siniestro se dan una cita más cercana al video arte que al cine. Dejando al espectador en un apropiado estado de alerta para su inmersión en una historia desarrollada absolutamente en femenino, donde Bergman nos permite penetrar las más honestas facetas de ese erotismo de mujer, con todos los contrastes emocionales que esto implica, enmarcado en el paisaje de la mítica isla de Fårö, donde vivió hasta el final de sus días y desarrolló gran parte de su obra cinematográfica. Sitio hoy, de peregrinaje obligado para grandes cinéfilos, pues como aseguró el director mexicano Alejandro González Iñátirru en el documental Trespassing Bergman (2013): “Si el cine fuese una religión esta es como la Meca… El vaticano.”

Persona es una pieza cinematográfica en blanco y negro que data de 1966 pero en la cual, cualquier mujer de este tiempo puede sentirse retratada, quizá no desde las determinaciones o posiciones específicas tomadas por las protagonistas, pero si en la independiente y valiente forma de asumir la propia realidad, además por su puesto de la visión misma de una mujer sin demasiados atavíos, leída a través de la cámara en su dimensión epitelial y corporal más cercana, con un tamiz sexual -que no teme hablar de homosexualidad- haciendo la cinta aún más atrayente, tal cual el efecto que surtió sobre el mismo director…
El cine para Bergman se constituyó en la faceta más apasionada de su creación. Quehacer en el que invertía sus veranos, pero más allá de ello, el propio corazón, dejando jirones en cada película …

“(…) durante el rodaje de Persona nos alcanzó la pasión a Liv y a mí. Una grandiosa equivocación me llevó a construir la casa pensando en una vida en común en la isla. Olvidé preguntarle a Liv su opinión. Me enteré después por su libro Transformaciones. Su testimonio es, creo, en líneas generales, amorosamente correcto. Se quedó unos años. Luchamos contra nuestros demonios lo mejor que pudimos.” Palabras, que en su autobiografía vuelven a dar fe de hasta que punto su trabajo como director de cine estaba conectado con la fuerza femenina que no temió nunca en presentar en su más arrebatada libertad, en todo término: carácter, sensualidad e historia. Una lectura que es imposible dejar de esgrimir tras Un verano con Mónica.
Filmada en Suecia en unas islas próximas a la isla de Örno, fué estrenada en 1953. Esta cinta y su historia es una pieza excepcional en la obra Bergmaniana, no solo por su naturaleza estética sino por lo contestatario de su guion, donde la expresión de la independencia femenina es el imperativo absoluto del filme, dejando además un abanico exquisito de fotogramas que son dignos de aplauso como obras de arte en sí mismas. Todo, hilado por la pasión descarnada que volvió a atrapar también a Bergman en brazos de la protagonista: Harriet Andersson, tal cual le pasaría después en Persona con Liv Ullmann.

Fotografías:


Un verano con Mónica (1953)
Dirección: Ingmar Bergman.
Dirección de fotografía: Gunnar Fischer.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Navegar la cinematografía de este artista mayúsculo del celuloide es sumergirse en varias de las preguntas primigenias -así como cotidianas- del individuo, de ahí su carácter universal. Como es el caso de la diatriba entre la vida y la muerte en El séptimo sello (1957) o la dulce belleza en contraste con la vejez, los dolores del corazón frente a las historias sentimentales fallidas -que nunca nos abandonan- en el caso de Fresas Salvajes (1957), donde Bergman hace actuar -en el estertor de sus días- al también director y su héroe personal: Victor Sjöström al lado de Bibi Andersson.

“El viejo seductor encontró un gran placer en la amable y maliciosa corte que le hacían las damas, flirteaba con ellas, les compraba regalitos y flores. Yo filmé, sin ser visto y para uso privado, a Bibi Andersson con un vestido fin de siglo ligeramente escotado, sentada en un prado dándole a Víctor fresillas silvestres a la boca. El trata de mordisquearle los dedos y ambos se ríen, la joven mujer se siente patentemente halagada, el viejo león ostensiblemente embelesado.” Líneas de Linterna Mágica, que retratan la astucia de Bergman para elegir a sus protagonistas, articulando su naturaleza y momento vital con las características de cada historia.

Narrativas que no paran de sorprender por la capacidad de elevar al nivel artístico los temas aparentemente más cotidianos, pero a la vez significativos en el trasegar vital de nuestra sociedad, como es el caso de la vida marital.
Secretos de la vida conyugal (1973), filme a color de casi tres horas de duración, donde se aborda las diferentes etapas de un matrimonio aparentemente feliz, desde la paz absoluta, pasando por el divorcio y una reconciliación particular. Historia, en la que, habiendo figuras masculinas, se insiste en exaltar el femenino y su actitud frente a la vida en pareja, desde la aparente sumisión al marido -en público- hasta la desbordada pasión dada por la libertad otorgada a través del divorcio y como una salida a la decepción amorosa.
Cabe resaltar que la cinta exalta la inteligencia y habilidades profesionales de las mujeres -en especial de la protagonista interpretada por Liv Ullmann, que es una abogada experta en divorcios-. Una cosmovisión del femenino que resulta en varios apartes de una actualidad inquietante.

Protagonismo del femenino en la producción del director de cine sueco que, no solo se refleja delante de la cámara y en su vida personal, sino también en la configuración de sus equipos de trabajo. Ejemplo de ello es la nómina que lo acompañó en el rodaje de Sonata de otoño (1978):

• Ingrid Bergman (actriz).
• Liv Ullmann (actriz).
• Katinka Farago (directora de producción).
• Inger Persson (vestuario).
• Cilla Drott (maquillaje).
• Sylvia Ingmarsson (montajista).
• Anna Asp (escenógrafa).
• Kerstin Eriksdotter (Script).
• Ingrid (esposa de Bergman en ese momento) (jefa de administración).

Fotografías:


Fresas salvajes (1957)
Dirección: Ingmar Bergman.
Dirección de fotografía: Gunnar Fischer.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Fotografías:


El séptimo sello (1957)
Dirección: Ingmar Bergman.
Dirección de fotografía: Gunnar Fischer.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Fotografías:


Gritos y susurros (1971)
Dirección: Ingmar Bergman.
Dirección de fotografía: Sven Nykvist.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Rotunda pasión por el femenino, cuyas particulares interpretaciones se exacerban en Gritos y Susurros. Obra cinematográfica de 1972, filmada en el castillo de Taxinge-Näsby, cuya paleta en imperativo rojo, condiciona los sentidos del espectador hacia sensaciones dramáticas de alta intensidad. Que van desde la larga agonía de una cruel enfermedad, pasando por los amores prohibidos, llegando a la autoflagelación y el trauma sentimental, hilando todo mediante tintes paranormales y el entramado de unas escenas de estirpe clásica, configuradas con una iluminación pictórica manejada magistralmente, haciendo que varios de sus fotogramas fijen residencia en la memoria del espectador a término indefinido.

Bergman es por demás un obseso con los detalles, desde el bordado de una sábana hasta la naturaleza del entallado del vestuario. Rígido y disciplinado habitó una infinita insatisfacción con su propio trabajo, aunque también era consciente de su valor y por supuesto conoció el aplauso y la gloria por ello.

Su nivel de entrega a su obra ha sido ampliamente reconocida, al punto de que hay quienes lo acusaron de rayar a veces en la crueldad, sin embargo, cabe pensar que sin ese compromiso extremo su trabajo no tendría la singular y poderosa naturaleza que tiene, habitáculo de las fórmulas que continúan aplaudiendo los grandes de la pantalla gigante, entre ellos: Martin Scorsese, Lars Von Trier, Wes Anderson, Ang Lee, Zhang Yimou, Woody Allen, Robert De Niro, Francis Ford Coppola y Takeshi Kitano, entre muchos otros que han dejado testimonio público de su admiración por Bergman y esa ilusión que dejó para disfrute de la humanidad.

“El hacer cine es para mí una ilusión planeada con todo detalle, el reflejo de una realidad que, cuanto mayor me voy haciendo, me parece cada vez más ilusoria (…)” (Linterna Mágica).
Ilusiones que entran por los sentidos y se expanden en la mente del espectador, llevándolo de la mano por múltiples posibilidades sensibles, que viran entre la reflexión y el impacto; en una armonía de carácter musical que por su apasionado origen logra mimetizar la estructura matemática que la habita, en términos especialmente lumínicos.

Acercarse a Bergman desde todo ángulo es abrir la puerta a un mundo lleno de posibilidades de exploración desde su cinematografía, hasta su capacidad reflexiva y creativa para solucionar temas de orden estético y técnico, pasando por supuesto por su biografía y geografía personal que da también para un robusto abanico de elucubraciones. Obra de culto, figura de misterio, indagador y seductor, contestatario y crítico, un hombre de pasiones infinitas con epicentro indiscutible en el cine y la mujer.

Las producciones de Ingmar Bergman:

• Lea sobre el cineasta, el autor, el hombre del teatro o bucee y lea sobre las obras individuales:


Dossier Ingmar Bergman

Creadores de imagenes

Por: León García Jordán

Si la intuición es nuestro instrumento mental, la cámara es nuestro instrumento físico. Creo que la cámara es erótica. Creo que es la maquinita más emocionante que existe. Para mí, simplemente trabajar junto con Sven Nykvist, ver un rostro humano con la cámara y con un zoom para acercarme, para ver la escena, para ver los cambios de la cara, es la cosa más fascinante.

Creo que la coreografía de los actores en relación con la cámara es muy importante, porque todo buen actor, si tiene la sensación de que está en mala posición frente a la cámara, nota tensión y se siente muy descontento. Si está en buena posición, en una posición lógica, puede dar la espalda a la cámara. No importa; si siente que eso es lo correcto, se siente intuitivamente seguro, y da lo mejor de sí mismo.

Cuando para muchos en el mundo de la cinefilia Ingmar Bergman era un cineasta retirado, en el año 2000 nos sorprendió de nuevo con una inmensa obra: Creadores de imágenes.
Título muy significativo y, como veremos, una confesión íntima de maestro en su momento crepuscular —Bergman dirigiría aún algunos montajes para el Teatro Real de Estocolmo y su testamento definitivo Saraband en el 2003.

Creadores de imágenes nos lleva al origen, a los inicios de todo: La carreta fantasma (1921) de Victor Sjöström, pionero del cine mudo, y quien al final de su vida sería el protagonista de una de las obras maestras de todos los tiempos: Fresas salvajes (1957), en donde Ingmar Bergman le rinde su más agradecido homenaje.

Escuchemos al propio autor: “Es verdad, La carreta fantasma es la piedra angular de mi mundo cinematográfico. Para mí es casi axiomático que La carreta fantasma es una de las obras maestras absolutas de la historia del cine. Si compilamos una lista de éxitos de las películas más importantes de la historia del cine, La carreta fantasma estará en ella, no hay duda.

Lo que encuentro fascinante en Creadores de imágenes es la conversación acerca del singular camino sinuoso que conduce a una obra maestra homogénea y consumada. Hay tantos altibajos y acontecimientos casuales que intervinieron en la realización de La carreta fantasma, esa extraordinaria película. Lo encontré fascinante.”

Bergman dirigiendo Fanny y Alexander.

Creadores de imágenes es una película para televisión realizada en el año 2000, luego de haber sido estrenada como pieza teatral en 1998 en Estocolmo. La pieza está escrita por el célebre autor Per Olov Enqvist, y trata del encuentro de Victor Sjöström, leyenda del cine sueco y de Selma Lagerlöf, primera mujer premio Nobel de literatura y autora de la novela que inspira a la película, considerada unánimemente como una de las más importantes obras de la historia del cine. Completan el grupo de personajes Tora Teje, musa y actriz sueca y Julius Jaenzon, el gran fotógrafo de la edad de oro del cine sueco, director de fotografía de obras maestras de Victor Sjöström y de Mauritz Stiller (éste último quien fuera el descubridor de Greta Garbo).

En la obra asistimos al encuentro en 1920 entre Victor y Selma durante el momento de realización de La carreta fantasma. La reunión se produce en una sala de proyección en la Svensk Filmindustri (SF). Están presentes Julius Jaenzon y Tora Teje, amante de Sjöström y objeto de deseo de Julius.

En la escena vemos a la mujer escritora, a la actriz, al fotógrafo, al cineasta —todos ellos dirigidos por Bergman, hombre de teatro, escritor y creador de imágenes.
Bergman nos revela la intimidad y los hilos que viven y se tejen detrás de una obra maestra del cinematógrafo. Para alcanzar una imagen artística de altura deben combinarse muchas disciplinas, oficios, saber artesanal.

No es la primera vez que Bergman nos muestra su fascinación por la cámara, el proyector, la luz a través del negativo, el cine en su forma más primitiva y artesanal… En El último grito (1995) y En presencia de un payaso (1997) nos transportamos a los años 20 y a los tiempos remotos del cine mudo.

El universo bergmaniano, actrices, fotografía, escritura, teatro, se revela finalmente como un laboratorio ininterrumpido de creación de imágenes.

Está claro que Bergman es ante todo un hombre de escritura. Y su genio fue desde muy temprano comprender que para llegar a una gran obra de arte tenía absolutamente que basarse en un sistema de trabajo en el que a partir del guión escrito se creara la imagen, que el fotógrafo se encargaría de materializar.

A lo largo de casi sesenta años de carrera, con más de sesenta películas reconocidas mundialmente como piezas fundamentales en el cine moderno, Bergman nunca dejó de reconocerse como un fiel discípulo y seguidor de la tradición fílmica escandinava, de la que Victor Sjöström es la figura principal.

Creadores de imágenes (2000).
Dirección: Ingmar Bergman – Dirección de fotografía: Raymond Wemmenlöv.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

La danza de las mujeres condenadas (1976).
Dirección: Ingmar Bergman y Donya Feuer – Dirección de fotografía: Sven Nykvist.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Esto nos lleva a recordar a Julius Jaenzon (Gotemburgo 1885 – Estocolmo 1961), director de fotografía en el esplendor de la industria fílmica sueca, conocida como la Edad de oro del cine mudo, quien trabajaría en más de 116 películas.

Muchas son las obras maestras y ya quisiéramos citarlas a todas aquí, deleitarnos con sus magníficos paisajes y naturaleza. Se podría decir que el cine sueco ha inventado una sensibilidad propia, una forma de acercarse al paisaje, al hombre inmerso en él, a su destino humano inseparable de la naturaleza; todo esto gracias a la maestría e invención de los fotógrafos, entre los cuales Jaenzon es un genio indiscutible.

Entre sus trabajos más notables está La saga de Gösta Berling (1924), de Mauritz Stiller, obra monumental de más de tres horas de duración, que además cuenta con la presencia de Greta Garbo, la inmensa y enigmática actriz.

Sin embargo, es por su papel de fotógrafo en La carreta fantasma que Jaenzon pasaría a la inmortalidad. Los efectos especiales y las sobreimpresiones que ingenió para traducir el espíritu de la novela de Selma Lagerlöf marcaron un antes y un después en la historia del cine.

Bergman, quien confesaba haber visto La carreta fantasma más de cien veces, dijo: “Julius Jaenzon era un genio. Fue uno de los grandes reformadores de la cinematografía. Su iluminación estaba formada por una combinación de luz artificial y luz natural. Hay una línea recta desde Julius Jaenzon hasta Hilding Bladh, Göran Strindberg y Sven Nykvist.”

Y es precisamente con esa generación de fotógrafos suecos, discípulos de Jaenzon, con la que trabajaría Bergman desde la década del 40: Göran Strindeberg, Gunnar Fischer y Sven Nykvist.
Aunque con Bergman trabajaría tan sólo en sus primeras obras (Llueve sobre nuestro amor (1946), Barco hacia la India (1947), Música en la oscuridad (1948), Prisión (1949), entre otras), Göran Strindberg será recordado principalmente por sus imágenes en Ella bailó un verano (1951), de Arne Mattsson, una de las más bellas películas sobre la juventud a la luz del verano, cuyo inmenso impacto fue más que todo provocado por las escenas de desnudos que por su auténtica calidad estética; y por Señorita Julia (1951), de Alf Sjöberg, primera película sueca en consagrarse con la Palma de Oro del Festival de Cannes.

Gunnar Fischer, Louis Huch © AB Svensk Filmindustri.

Fanny y Alexander.

Con Gunnar Fischer (Ljungby 1910 – Estocolmo 2011) Bergman rodaría doce películas, desde Ciudad portuaria (1948) hasta El ojo del diablo (1960), consolidando un lenguaje de imágenes tan personal que le valió un reconocimiento indiscutible. Gunnar Fischer, pintor de formación, comenzó siendo asistente de cámara del gran Julius Jaenzon, antes de vivir la decisiva revelación cinematográfica y artística de la mano de Carl Theodor Dreyer, director danés con quien trabajaría como fotógrafo en Dos personas (1945).

Gunnar Fischer es un fotógrafo de corte clásico expresionista, cuya maestría del blanco y negro marcaría época en el cine europeo de los años cincuenta, especialmente con Un verano con Monika (1953), otro escándalo mayor tildado de pornografía por su sensualidad explosiva y la incomparable rebeldía femenina de Harriet Andersson. Los jóvenes de la Nueva ola francesa como Truffaut, Godard, Rohmer, Chabrol, Rivette, se identificarán con Monika y la convertirán en modelo de las obras que ellos mismos filmarán en los años 60.

Sin embargo, es con El séptimo sello y Fresas salvajes (ambas del mismo 1957, “Anno mirabilis” en la vida de Bergman) con las que Gunnar Fischer dejará en la historia del cine unas imágenes conocidas por todos y probablemente las más famosas entre toda la iconografía del siglo XX. Como si fuera poco, además de la potencia visual alcanzada en estas dos obras —para muchos ambas cuentan entre las diez más importantes de la historia del cine—, representan el momento de perfecta comunión entre el fotógrafo y el director, entre la idea y el resultado en imagen, lo cual será determinante para Bergman en lo sucesivo pues sin duda esta experiencia le vislumbrará el camino a seguir a partir de los años 60, ya con otro fotógrafo, Sven Nykvist.

Retrato de Sven Nykvist con dedicatoria que estaba sobre
el escritorio de Bergman en su casa en Fårö.

La danza de las mujeres condenadas (1976).
Dirección: Ingmar Bergman y Donya Feuer – Dirección de fotografía: Sven Nykvist.
Archivo propiedad del Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Fresas salvajes (1957).
Dirección: Ingmar Bergman – Dirección de fotografía:
Gunnar Fischer.
Archivo propiedad del
Instituto Fílmico Sueco.
Cortesía Swedish Institute.

Con Sven Nykvist (Moheda 1922 – Estocolmo 2006) Bergman rodaría 22 películas en total, desde Noches de circo (1953) hasta Tras el ensayo (1984), y se convertirían en uno de los dúos creativos más apasionantes del arte. El matrimonio profesional entre el director y el fotógrafo fue legando, año tras año, obras que cada vez más desbordarían de invención, instinto, atrevimiento formal, y para la época de los años 60 una revolución dentro del mismo lenguaje cinematográfico y narrativo. Basta con ver Como en un espejo (1960), Los comulgantes (1962), El silencio (1963) y luego Persona (1966), para comprender la fuerza poética que ambos buscaron plasmar con el manejo de la luz (de la luz natural cada vez más) y con el trabajo concentrado en el rostro humano como paisaje del alma.

Más adelante vendría el color y la experiencia sublime y escalofriante de Gritos y susurros (1972), (con esta película Sven Nykvist ganaría su primer premio Oscar de la Academia, más tarde ganaría un segundo Oscar con Fanny y Alexander en el año 1983). Las ideas o, más precisamente, las imágenes mentales de Bergman acerca del alma como un recinto de color rojo, serán el terreno de trabajo en el que Nykvist dará rienda suelta a su intuición y saber técnico artesanal para lograr crear la totalidad de la película en tono rojo y con luz natural, alcanzando un nivel estético de tal perfección que le valió el inmediato prestigio mundial y el que fuera invitado a trabajar con directores de todo el mundo, entre los cuales figuran nombres de la talla de Huston, Polanski, Malle, Woody Allen o Tarkovski.

Así lo define Bergman: “Nuestra creatividad va sobre ruedas. Además Anna Asp nos ha construido un decorado estimulante y Sven Nykvist lo ha iluminado con esa intuición, tan difícil de describir, que es su marca de fábrica y que lo convierte en uno de los mejores iluminadores del mundo, tal vez el mejor. Si se le pregunta cómo lo hace, nos remite a unas reglas sencillas básicas (que me han sido muy útiles en mi trabajo en el teatro). El secreto en sí no quiere —o no puede— explicarlo. Si él, por algún motivo, se siente molesto, tenso o poco a gusto, todo sale mal y tiene que volver a empezar desde el principio. En nuestra colaboración reina la confianza y una total seguridad. Alguna vez lamento que no volvamos a trabajar nunca más juntos. Lo lamento cuando pienso en un día como éste. Hay una satisfacción sensual cuando se trabaja en unión íntima con personas fuertes, independientes y creativas: actores, asistentes, electricistas, productores, attrezzistas, maquilladores, sastres, todas esas personalidades que habitan el día y lo hacen tolerable.”

León García Jordán Bogotá diciembre 2018


León García Jordán

Artista visual e investigador nacido en Bogotá en 1979.
Becario del Bergman Estate en Fårö en 2018.
Actualmente realiza un proyecto sobre Ingmar Bergman y su escritura.


Agradecimientos:
• Swedish Institute • Instituto Fílmico Sueco • Ingmar Bergman Foundation • Bergman Estate in Fårö
• Embajada de Suecia en Colombia • Señor Embajador Tommy Strömberg • Investigador León García Jordán

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